¿Sabías que pintarse las uñas alguna vez fue un símbolo de guerra, poder… y a veces hasta de castigo? Así es. El arte de embellecer las uñas —eso que hoy vemos desfilar en tutoriales de TikTok o brillar con efecto cromo bajo las luces de un salón— tiene raíces que se hunden en miles de años de historia, cultura y creatividad. Esta es la historia del nail art, de cuando los faraones dominaban el Nilo hasta el scroll infinito de Instagram.
Henna y jerarquía en el Antiguo Egipto
En el Antiguo Egipto, la cosmética desempeñaba un papel integral en la vida cotidiana, no solo por razones estéticas, sino también por su significado espiritual y social. La henna, un tinte natural derivado de la planta Lawsonia inermis, se utilizaba para teñir el cabello, la piel y las uñas. Este uso está documentado en prácticas funerarias, donde se han encontrado momias con uñas y cabellos teñidos, lo que indica su importancia en rituales de preparación para la otra vida (Roome, Henna: The Art of Mehndi).
Aunque no existen registros específicos que indiquen que figuras históricas como Cleopatra utilizaran henna para teñirse las uñas, el uso generalizado de cosméticos entre las élites egipcias sugiere que prácticas similares eran comunes. La aplicación de henna no solo embellecía, sino que también servía como símbolo de estatus y protección espiritual, reflejando la profunda conexión entre la estética y la cultura en el Antiguo Egipto (Perfumes and cosmetics in the Ancient World).
Si bien no existía aún el nail art como lo entendemos hoy, podemos afirmar con base en la evidencia arqueológica y bibliográfica que:
- La henna sí se usaba para teñir uñas, además de cabello y piel, especialmente en rituales funerarios.
- El color en las uñas formaba parte de un lenguaje visual, no decorativo en el sentido moderno, pero sí cargado de significado.Su aplicación estaba ligada a funciones simbólicas, espirituales y sociales, no solo estéticas.
- Estas prácticas representan una aproximación temprana a la estética personal, en una cultura donde el cuerpo tenía una dimensión ceremonial.
China: uñas como símbolo de estatus
En la antigua China, alrededor del año 3000 a.C., se desarrollaron fórmulas tempranas de esmalte de uñas utilizando ingredientes naturales como cera de abeja, clara de huevo, gelatina, tintes vegetales y goma arábiga. Estos esmaltes no solo tenían fines estéticos, sino que también reflejaban la posición social de quien los usaba. Durante la dinastía Zhou (1046–256 a.C.), los colores dorado y plateado eran reservados para la realeza, mientras que en la dinastía Ming (1368–1644), los tonos rojo y negro se asociaban con la nobleza. Las clases bajas tenían prohibido usar estos colores, y su uso indebido podía acarrear severas sanciones.
Además, el uso de extensiones de uñas y protectores elaborados con materiales preciosos como oro y porcelana se convirtió en una práctica común entre las élites, simbolizando que no realizaban trabajos manuales y, por ende, su alto estatus social.
Babilonia: uñas como preparación para la guerra
En la antigua Babilonia, alrededor del 3200 a.C., los guerreros se preparaban para la batalla con rituales que incluían el cuidado personal. Se ha documentado que utilizaban kohl, una sustancia cosmética, para pintar sus uñas de negro o verde. El color negro estaba asociado con los nobles, mientras que el verde era común entre las clases bajas. Este uso del color servía tanto para intimidar al enemigo como para reflejar la jerarquía social dentro del ejército.
Edad Media y Renacimiento: el silencio del esmalte
Durante la Edad Media, la estética de las uñas entró en un letargo. El cristianismo promovía una imagen de modestia, y la ostentación corporal (incluyendo las uñas largas o pintadas) era mal vista. Pero en el Renacimiento, el cuidado personal regresó poco a poco como una práctica noble. No hay pruebas de nail art como lo entendemos hoy, pero sí se valoraban las uñas limpias, pulidas y bien formadas.
Siglo XX: de las estrellas de cine a la calle
La verdadera revolución llegó con el siglo XX. En los años 20, la invención del esmalte moderno (inspirado en la pintura de autos) permitió una gama de colores inédita. La marca Cutex popularizó el esmalte de uñas como un artículo accesible, y Hollywood hizo el resto: estrellas como Rita Hayworth y Jean Harlow llevaban uñas perfectas, convirtiéndolas en objeto de deseo y aspiración.
En los años 70 llegaron las uñas acrílicas, los salones de uñas se multiplicaron y el French manicure se convirtió en un estándar elegante. Los 80 trajeron el neón, los 90 el minimalismo y los 2000 una fiebre por los brillos y las decoraciones 3D. Cada década, una uña.
Instagram y la democratización del arte en miniatura
Hoy, el nail art es una forma de expresión, empoderamiento e identidad. Desde diseños minimalistas hasta elaboradas piezas tridimensionales con pedrería, fuego y aerografía, lo que antes era lujo ahora es cultura pop. Gracias a Instagram, TikTok y Pinterest, lo que ves en Tokio por la mañana puede inspirar un diseño en Buenos Aires por la tarde.
Además, ha dado voz a una enorme comunidad de artistas independientes que dominan técnicas, tendencias y narrativas propias, elevando la manicura a la categoría de micro arte contemporáneo.
¿Y ahora qué?
Pintarse las uñas ya no es solo cuestión de estética: es una forma de contar historias, afirmar identidad y conectar con una tradición que ha cruzado siglos y culturas. El nail art sigue evolucionando, pero su esencia permanece: una expresión personal hecha arte, desde la punta de los dedos.